Cuando las cosas cambian, o aún las personas, el ambiente se nos hace hostil al principio, al menos el tiempo que nos cuesta adaptarnos; y mientras el proceso de adaptarse ocurre tendemos a aislarnos y apartarnos de los demás.
En lo que pienso en este post, recuerdo una anécdota muy curiosa. Hace algunas semanas llevé a dos de mis tres perritos al pet shop. No iban desde hace mes y medio así que el trabajo era arduo -no para mí- para el veterinario.
Quedamos con el doctor que les cortaría el pelo, pues éste se encontraba enredado y sucio; pero no creímos que quedarían muy diferentes a la imagen que ya tenemos en nuestra mente de ellos. Al final del día fuimos a recogerlos y ellos eran "otros perros". Nosotros nos acostumbramos a ellos, pero alguien en casa no lograba identificarlos y se aisló.
Princesa, no los reconocía y se volvió arisca con ellos. Princesa se aisló por completo y se olvidó que Napo y Chiqui eran su familia, sus compañeros de todos los días.
Aunque en esta anécdota los cambios fueron meramente externos. A veces en la vida real y silvestre, nos damos cuenta que personas a quienes pensábamos que conocíamos de toda la vida ya no son las de antes. Si esto te pasó alguna vez hace mucho estarás sonriendo por que sabes que es verdad, pero si es reciente el choque del "cambio" todavía te duele haberte dado cuenta de esta transformación.
Adaptarnos al nuevo ambiente y a las personas "ahora nuevas", es difícil. Los pasos para volver a la comunión con ellos son complicados y en el primer instante no queremos adaptarnos, simplemente queremos alejarnos más y más de ellos.
Estas situaciones no sólo las vivimos nosotros. Piensa cuántas veces cambiaste tú, piensa en las incontables ocasiones en las que Dios tuvo que soportar tus arranques de histeria, en los que te rebelabas, en los que cambiaste tu forma de ser, actuar, o de pensar.
¿Crees que en esas situaciones, Dios se apartó de ti? La respuesta que algunos podrían tener en mente es que sí, pero en realidad aún en los cambios drásticos, radicales o hasta pequeños, Dios está a nuestro lado aguantándonos en las buenas y malas.
Nosotros rehuimos al cambio y nos cuesta adaptarnos. A Dios también le cuesta adaptarse a nuestros cambios, pero aún así lo acepta y lo hace, se adapta. ¿Estás dispuesto a dejar de aislarte a los cambios? ¿Serás desde ahora una persona más tolerante con los cambios de las personas? ¿Ayudarás a tus amigos a ser más parte de tu vida, en lugar de apartarlos de ti?
El hecho de que algo o alguien deje de ser el mismo, no significa que es otro. Por el contrario, tú tienes la responsabilidad de hacer de ese cambio, algo para mejor y no para empeorar su vida. Hoy tienes una tarea: reflexiona sobre todo lo que alguna vez hiciste para aislarte de lo que cambio en tu vida y empieza por ser parte del cambio de las personas y situaciones para encaminarlos a un futuro más productivo y sobre todo más cerca de Dios.
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